El fútbol, en sus orígenes, se jugaba con la mano también. O sea, que era muy similar al rugby. Suponemos que en algún momento, algún avispado se dio cuenta de que habían inventado dos deportes casi iguales. Entonces, decidieron reglamentar el fútbol para poder diferenciarlo del deporte bruto por excelencia (?). No va que los muchachos dictaminan una ley de offside idéntica a la del rugby (!).
¿Resultado? Se daban encuentros similares a un Tonga – Fiji (?), casi literalmente hablando. Partidos que hoy no se ven ni de casualidad. Y no buscamos hacer referencia a los tackles perpetrados por volantes centrales rústicos, a los bochazos al lateral que parten de defensores con menos sensibilidad en los pies que una cabra, a limitados futbolística e intelectualmente que usan su cabeza para trabar en lugar de pensar y jugar; decimos que no se ven hoy esos partidos que antes sí se daban, porque los equipos jugaban a la carga barraca. Todos al ataque. Claramente, la regla conspiraba contra la circulación del balón. No había pases, sino que se pateaba para adelante, y a correr se ha dicho. Había muchos goles, pero seguía siendo rugby en definitiva.
Para colmo, en Escocia, donde creían (y deben de seguir creyendo) que los ingleses son todos putos (?), no le daban bolilla a tal regla. En ese país, los equipos practicaban el “Passing Game” (mencionado en posts anteriores). Eran vistosos y no escatimaban en goles. El fútbol escocés llamaba más la atención del público que el desplegado por los ingleses. Y obviamente, ellos, dueños del mundo, colonizadores voraces, creadores del fútbol, no podían ser menos. Tenían que tener un mejor espectáculo. Pero no podían perder su orgullo. La regla seguiría existiendo, pero sería modificada. Y la Football Association, en 1863, decreta la reforma: “Un jugador está habilitado si hay tres defensas rivales (incluyendo al portero) entre él y el in-goal, tanto cuando parte la pelota, como cuando la recibe”. Es decir, si nuestro ariete quedaba mano a mano con un defensor y el arquero rival, estaba fuera de juego. En cambio, si recibía la pelota con dos defensas de frente (sin contar al golero), la jugada seguía siendo válida. El espectáculo no mejoraba demasiado. Pero la medida se iba perfeccionando.